Señor Jesús, que mi corazón no descanse nunca hasta encontrarte a Ti, que eres su centro, su amor y su felicidad. Por la herida de tu corazón, perdona los pecados que he cometido, ya sea por malicia o por malos deseos. Coloca mi corazón débil en Tu propio Corazón divino, continuamente bajo Tu protección y guía, para que persevere en hacer el bien y en huir del mal hasta mi último aliento. Amén.
– Santa Margarita María Alacoque